Aurelio Aurelio Miralles abrió los ojos. “¡Qué calor!” pensó. La posada, donde le había dejado quedarse su amigo Pancho, se encontraba en el medio de la nada. En un acantilado, sobre un terreno rocoso y árido con el sonido del río allí abajo. La quebrada se escuchaba muy lejos y era casi agradable el murmullo del agua durante la temporada seca. Pero el cuento se tornaba diferente durante la época de lluvias, cuando las aguas crecidas amenazaban llevarse consigo hasta el Pacífico la maltrecha vivienda . Este sonido de agua era casi la única c...
Respirar, leer, escribir, amar...No sabría decir cuál de estos estaría primera en la lista de lo más esencial para mí existencia.