Siento que aun debo la explicación de porqué la descripción del blog.
¿Acaso los placeres tales como un buen plato de risotto a la tinta negra o una copa de tempranillo, un viaje a las Islas Griegas o una bella pieza de diseñador de ropa local son malos? De ninguna manera, Dios guarde la vida sin ellos. Pero son consolaciones escurridizos como el agua entre los dedos, nos llenan de gozo pero por el momento efímero que duran. Al rato logran dejar un buen recuerdo, sobre todo si los inmortalizamos con una imagen, que nunca falta y muchas veces sobra. Las imágenes posan gozosas en medios sociales por un breve instante para quedar en el olvido luego.
¿Y después?
Se van y nos quedamos con lo que esta dentro y siempre estuvo. Si es un hueco horrible o una luz cálida ya es cada quien sabrá. No estaría mal de aspirar a tener esta luz siempre encendida, conectada con lo más allá de lo terrenal. Y eso también cada quien sabrá cómo lo logra.
No me provoca escribir sobre las cosas que van de paso. No me provoca escribir sobre lo que veo. Mas bien me mistifica escribir sobre lo que no veo, sobre lo que solo puedo percibir con mi sexo sentido, con mi entraña, con mi oido interno, con mi intuición.
No me gusta escribir sobre mis sentimientos tampoco. No me gusta pelarlos que queden expuestos como los cables eléctricos. Siento que así harían un corto circuito en cualquier momento. Mis sentimientos los quiero esconder dentro de mis personajes. Cada personaje de mis cuentos tiene su vida propia, pero lleva algo de mí que quiere explorar y poner al juicio del lector. Y de paso a ayudarme a mí a aprender algo nuevo sobre mi misma y ayudarle a mi lector aprender algo sobre el mismo.
Bueno, vamos a ver qué sale del contacto de mis dedos con el teclado. Pero sin tí, mi querido lector, escribir no tendría sentido.