No creo que tenga una sola memoria de mí misma cuando no me importara lo que hubiera visto a mi alrededor o como estuvieran acomodadas las cosas. Acomodaba y volvía acomodar los espacios en mi mente. Recuerdo pasar horas dibujando los zapatos y los modelos de ropa nueva para mi muñeca de papel. Recuerdo combinar colores inesperados a pesar de que casi toda la ropa en mi armario era de colores pálidos y neutros, mayoritariamente oscuros. Los tiempos de la URSS cuando nos vestíamos sospechosamente similar todos. Recuerdo con mucho detalle todos las piezas de muebles en nuestro pequeño típico apartamento en Rusia cuando era niña.
A los 12 años había estrenado mi propio cuarto por primera ves. Antes de ese momento vivimos mis padres, mi hermano, yo y mis abuelos en un apartamento de 42 m2. Tuve mi propio cuarto acompañado con un nuevo sentimiento de dormir sola. Había pedido a mi mama que me dejara decorar mi nueva adquisición. Lo quise todo en tonos verdes. Seguro porque en Rusia el mundo parecía ser blanco o marrón la mayor parte del tiempo.
La colcha de cama verde oscuro zacate viejo, la alfombra verde esmeralda, las cortinas verdes de color de las hojas recién nacidas y un sillón, mi pieza favorita, mi lugar de acurruque durante las tardes eternas de invierno blanco ruso. El sillón si alguien ya lo pudo haber adivinado, fue del color verde. Un tono de verde de mis ojos, según mi papa, mi verde favorito, con destellos de gris y azul marino.
Haba un papel tapiz con flores en las paredes. Lo recuerdo como mágico y muy acogedor. Había una ventana grande con una vista hermosa hacia el este, donde podía ver cada puesta de sol si el tiempo lo permitía. Vale la pena apuntar que en invierno las puestas del sol eran muy seguido después del mediodía Y en verano por casi un mes no las había del todo. Las noches blancas. El sol nunca se iba y mis cortinas verdes no lograban crear suficiente oscuridad para dormir. Me acostumbré a dormir con la luz.
Aun me veo acurrucada en aquel sillón verde, con el libro de Conan Doyle, la luz cálida del único bombillo en el cuarto y sonido de la tormenta de nieve afuera de mi ventana. Son las 3 de la tarde, pero ya esta obscuro afuera y hay una lampara alumbrando la calle de afuera. Puedo ver la nieve haciendo las piruetas del baile loco sorprendida por la luz. Amo estos recuerdos.
Regresando al diseño. Ese fue mi primer proyecto. Después estudie matemática pura e ingeniería química, seguro buscando el mismo orden y diseño impecables, la belleza y perfección en las formulas, ecuaciones integrales y las moléculas orgánicas.
Luego les contaré cómo había llegado al diseño de espacios internos.