¿Y tú? ¿Dónde te escondes? ¿Dónde te puedes esconder de tus memorias, tus miedos, tu pasado, tu dolor? El dolor de alma que te paraliza, te adormece. Como si la vida pasara a tu alrededor y tú tan solo la observas y te preguntas: ¿Qué pasó?
¿Cuál es este sitio seguro donde no hay demonios y perros que te persiguen?
¿Dónde está este sitio donde hay luz que te envuelve, que te penetra, que te ahoga?
¿Acaso está dentro de ti?
¿Acaso está donde habita tu alma?
¿Acaso esta donde vive y se esconde lo más sagrado e intocable, donde está Dios, cantan los Angeles, y hay primavera eterna?
Me voy a mi niñez, mi casa, mis padres, mis abuelos. Allí está mi escondite. No podría estar en otro sitio. Toda la memoria de allá son luz y amor.
Cálido verano ucraniano, los girasoles con cabezas pesadas llenas de semillas, árbol de albaricoques con los frutos amarillos y jugosos. Mi abuela haciendo la jalea de los frutos y yo con mi hermano comiéndola aun caliente en un trozo de pan blanco. Y después corriendo al río. Corriendo en sandalias viejas por la calle llena de polvo, pasando por el viejo puente, por la tienda donde venden los pastelitos de arroz calientes. Este olor me embriaga, pero no puedo parar. Las piernas rápidas de mi hermano no me dejan ni respirar. El río está lleno, gente feliz disfrutando el verano. Agua fría, los árboles de la llorona mojando sus ramas hermosas en el rio.
Amo esta imagen, vive conmigo. Cae la noche. Hora de irnos. Vamos caminando esta vez despacio, cansados, charlando, felices. La noche es cálida, sin viento. Nos abraza como una cobija. Me siento feliz, no quiero que esto se acabe.
La memoria pasó de frente, me dejó el olor verde y frutado al verano y se fue. Y volvió el dolor.