Ir al contenido principal

El milagro de existir







El milagro de existir

 


Voy a escribir algo muy cliché. La vida es un milagro. Lo es. Así sin más. Todo lo que pasa, fluye, vibra, brota y explota. 

La quietud y el silencio son los que mas maravillan. Aun cuando según parece no sucede nada, las revoluciones de la vida no paran. Toda la magnificencia del presente se manifiesta en los minúsculos detalles. Las fuerzas y energías del Universo, su movimiento imparable, las intuyo con cada célula de mi cuerpo.

Me acerco a una persona y en un instante reconozco la mirada, la moción invisibles del alma. Mi alma se conecta sin verbalizar una sola palabra. Lo sabe todo al instante, comparte la tristeza, la alegría, el enojo, la angustia, la empatía. 

Puedo vibrar con la energía del ambiente. El aire liviano y suave me relaja y me llena de paz. La energía densa y pesada, que como se dice “se puede cortar con un cuchillo”, me oprime e incomoda. 

Creí que para estar presente y conectada con el mundo necesitaba todos mis sentidos. Pero la verdad es que solo necesito uno. Ese sentido que va directo al fondo, a la mera esencia, él que me regala la dicha de solo estar y ser, sentirme completa y viva, sin necesidad de cumplir, lograr, alcanzar o llegar, ser pájaro, ardilla, hormiga o una hoja de árbol, temblar al soplar el viento, sentir las gotas de la lluvia sobre mi piel descubierta y absorber los rayos del sol. 

La dicha y la bendición de saber que soy suficiente. Así como soy, imperfectamente perfecta y eternamente finita. En cualquier forma física que me presente en pasada, esta o mi próxima vida terrenal. 






Entradas más populares de este blog

De pánico a pez en el agua

                            De pánico a pez en el agua Un día la llama su amigo el Espiritual. —Tengo una misión especial para ti —dice. No le agradó el silencio que siguió, olía a desastre.  —Oh no. ¿Qué quieres? —pregunta Ella y arruga la cara en anticipación. Jamás diría NO a este amigo suyo. Haría lo que fuera por él. —Quiero que des una pequeña charla. —¿Charla? ¿Sobre qué? —Como llegaste a creer en Dios. —¿Mi historia? —Tu historia. —¿Que tal larga? —Unos quince minutos. Te pongo a practicar antes, no te preocupes. —Que no me preocupe. Estoy entrando al pánico. Tengo pánico a hablar en publico. Y no es un decir, es en serio.  —¿Entonces? —Lo haré, obviamente. No te puedo decir que NO. Decirte NO es como decirle NO a Dios mismo. —Bien. Estamos. Cuelgan. Ella empieza a bajar lentamente sobre la silla. Por poco se siente al suelo. Una ola de pánico empieza a subir lentamente desde su vientre hacia la garg...

Hoja en blanco

  Hoja en blanco Hoy en la mañana abrí mi computador, busqué la aplicación de escritura y puse una hoja en blanco para escribir este artículo. Toda la mañana, durante mi practica de yoga y luego una caminata por la jungla del caribe costarricense, estaba pensando de qué podría tratarse este articulo. Me fui a buscar mi inspiración en la naturaleza.  Estoy pasando unos días en Puerto Viejo, es un pueblito caribeño pintoresco, de playas de ensueño, comida con sabor a coco, mecedoras viejas sobre la arena, un pequeño mercadillo de chucherías de la zona y muchas rastas sin camisas. La propiedad donde me estoy quedando tiene una atracción escondida. Es un ceibo enorme. Cuando mi amigo me comentó que hay un ceibo “interesante” en proximidad de la casa, me dio curiosidad de verlo y abrasarlo, como está de moda ahora, a hacer la conexión con el alma de ser vivo escondido dentro del árbol, sentir su presencia, su energía, conectarme a travez de sus raices con la madre tierra y subir a ...

El agujero del tiempo

El agujero del tiempo El campo corre hasta donde alcanza mi vista.  Veo el horizonte escurridizo y me quedo sin aliento. La piel se me eriza y los pulmones se expanden al inhalar la infinidad de aire.  Veo a lo lejos el cielo chocar con la tierra.  Se me vienen mil memorias a la mente.  Las olas incansables de los siembros de trigo ahogan la vista. El cielo de color azul claro, como una acuarela desteñida. Las pocas nubes perdidas al igual que solitarios árboles. La calle interminable hipnotiza. Las imágenes cambian con tal velocidad que parecen una sola imagen estirada. La libertad surrealista me transporta en el tiempo. Corro en un vestido veraniego por el campo de trigo. Las espigas reventadas por los granos hinchados me golpean la piel descubierta, raspan como una lija con sus vellos ásperos. El sol está cayendo. Va a una unión inminente con el trigo. Me he quedado sin aliento pero no he avanzado nada. Sigo en el mismo lugar dentro de una burbuja. Estoy atrapa...