Estaba leyendo el libro de mi Club de lectura que creí no haber gustado tanto como lo esperaba. Pero había topado con una escena que me hizo llorar. Fue como haber leído una escena de mi propia vida. Una escena que quisiera mantener en mi memoria para siempre y olvidar a la misma ves.
Febrero de 1992. Aeropuerto Sheremetievo de Moscú.
Yo salía en un vuelo de Aeroflot para Costa Rica con escala en Managua, Nicaragua. Me iba para siempre. Eso decía mi pasaporte ruso: Salida sin regreso. No es una broma, eso decía. A los que dejábamos Russia en aquella época para buscar un futuro mejor, no nos querían, éramos traidores.
Iba sin dinero, ni mayor esperanza de volver en un futuro cercano por el alto costo de los pasajes. En 1992 el mundo aun parecía grande. Costa Rica estaba tan lejos como ahora la Luna o el Marte.
Los militares del aeropuerto habían revisado todas mis maletas, una por una, para asegurarse que no estoy sacando objetos valiosos de mi tierra natal. Apenas habían terminado de cerrar todas mis valijas, empecé a caminar hacia la entrada de las salas de abordaje. Me di la vuelta para mirar por la ultima ves a la gente que me vino a despedir y vi a mi papa con una expresión en el rostro que se creo poder describir.
Yo fui el amor de su vida, su bebe. Se había vuelto loco cuando había nacido. Cuando mi mama había quedado embarazada después de haber decidido de no tener mas hijos después de mi hermano, mi papa lo celebró en grande. Pero cuando le hablan anunciado en el hospital que había nacido una niña, había perdido la cabeza por completo. Nunca la logró recuperar, siempre fui su locura.
Regresé corriendo y le di beso a mi papa tan casual como si nos fuéramos a ver al día siguiente. Mi padre murió de un infarto un año y medio después de ese día Esa fue la ultima ves que lo vi. Ni siquiera pude ir al funeral, no tenia dinero. Ni siquiera tenia dinero en aquel entonces para llamar mas a menudo desde Costa Rica a Russia, era costoso. Supe que mi papa había muerto casi un mes después de su funeral. Lloré por varios días tumbada en la cama, desconsolada. Pero había entendido la expresión de su rostro solo cuando había nacido mi primera hija.
Mi papa es y siempre será mi ángel guardián que me cuida desde el cielo. Lo amo hasta el infinito.